lunes, 2 de enero de 2012

En la selva no hay neveras

1. En la selva no hay neveras

En la selva, los animales no salen a buscar su alimento con reglas, cortesías o limitaciones.

La norma es cazar o morir.

El capitalismo salvaje en el que vivimos y en el que hacemos negocios obedece a reglas similares a las que se aplican en la jungla.

Esto es pura selección natural. Sobrevive el más fuerte, el más inteligente, el más estratega.
No espere otra cosa, la compasión o la ayuda son la excepción.

En la selva no hay presa fácil. Y menos si se trata de una buena presa. Para asegurar el almuerzo tendrá que hacer su mejor esfuerzo.

Cuando aparece una pieza carnuda sucede en la selva igual que cuando alguien tiene una buena cantidad de dinero, porque, así como los animales bajan a beber a los ríos y se exponen a ser depredados, el que tiene dinero quiere gastarlo o invertirlo en algo y aquí también hay depredadores que quieren y necesitan ese dinero.

En la selva, y aquí, hay que estar alerta. Ya sea el cazador o la posible víctima.

El que se descuida está poniendo en juego su vida.

Aquí se juega con la experiencia que cada cual ha acumulado. Esa que no se puede medir, que se logra únicamente con la práctica.

Si se sale en equipo a cazar se es tan bueno frente a los retos como el más débil del grupo. El lado flaco es aprovechado por el enemigo. Es una ventaja para él.

Por eso, si arma un equipo, que sea con los mejores. Si va con débiles o inexpertos pagará las consecuencias.

En la selva no hay neveras. Se asegura el almuerzo a diario. Allí no hay ahorro ni planes a futuro.

En la vida empresarial y de negocios hay que enfrentar luchas diarias, con victorias cotidianas. Son competencias de alta velocidad en distancias cortas.

La competencia no da para luchas de resistencia en periodos largos. Aquí se ven los resultados pronto.

En la selva, como en los negocios, el que se mueve rápido no es una presa fácil.

En la selva, la fórmula para el éxito consiste en tener una buena estrategia, muchas habilidades y mucha suerte, como en nuestras vidas.

Allá en la selva, y acá en la vida de la ciudad, siempre se está al asecho de los dormidos o distraídos, para depredarlos sin piedad.

A quien se tiene en la mira, se lo debe asediar, empujarlo a una zona en la que sea uno quien tiene el control.

A cada acción que salga mal o fuera del plan tenemos que reaccionar y corregir con velocidad.

Un buen cazador es ante todo un buen observador. No se distraiga. Esté en la jugada.

Analice bien sus necesidades, para que siempre sean reales. No abandone sus zonas seguras por motivos innecesarios. Pueden no valer la pena y sí se está arriesgando.

El que pierde una batalla está en peligro de perder todavía más. Ser el ganador siempre ayuda.

Asedie, acose, sorprenda, aproveche cualquier distracción del contrario. Asuma los golpes que reciba como parte natural del juego. Renueve el ataque con nuevos y mayores esfuerzos. No pare hasta que tenga la presa en el estómago.

Siempre que pueda lleve refuerzos.

Cuando sea el momento oportuno, ataque, coordine sus esfuerzos y haga movimientos inteligentes y planeados, certeros, mortales.

En la selva, como en los negocios, es el mejor o no almuerza.


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